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Las aguas residuales ya no son lo que eran

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El pasado viernes nos sobresaltábamos con la noticia de una investigación ha detectado SARS-CoV-2 en las aguas residuales de Barcelona el 12 marzo de 2019. Una revelación que ha causado un auténtico terremoto informativo en todo el mundo, al poner en cuestión muchas de las consideradas "certezas" sobre el origen del virus y su expansión.

Cada vez más, cala en los gobiernos y la sociedad la percepción de que los análisis de las aguas residuales pueden convertirse en uno de los más importantes "centinelas" en el control de la circulación del virus entre la población. Especialmente teniendo en cuenta el gran número de pacientes asintomáticos que lo transmiten. Son ya innumerables los proyectos que se están poniendo en marcha a lo largo de todo el planeta, y las esperanzas de crear sistemas de alerta temprana en las plantas depuradoras son cada vez mayores.

Esta oportunidad puede ser un auténtico "game changer" para el sector del tratamiento del agua, históricamente desconocido e infravalorado por la opinión pública. Si las EDAR, gracias al auge de la economía circular, estaban convirtiéndose ya en biofactorías en las que generar recursos de gran calidad a partir de los residuos, ahora pueden establecerse también como herramientas clave en los sistemas de Salud Pública.

Es este un elemento más para el optimismo sobre la industria del agua. En semanas anteriores hacíamos hincapié en su atractivo como refugio en tiempos de tempestades económicas, así como en la apuesta de diferentes gobiernos por la inversión en infraestructuras como motor de la recuperación económica. A estas potencialidades, debemos añadir ahora el vector sanitario, para conformar así un cocktail con gran atractivo para los tomadores de decisiones. Es momento de apostar por el agua.