El agua es un recurso fundamental para la vida, y las limitaciones cada vez mayores del abastecimiento hídrico a las que estamos asistiendo en el mundo amenazan hoy la seguridad alimentaria y la nutrición.
Una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable y salubre, mientras que dos de cada cinco personas no disponen de una instalación básica destinada a lavarse las manos con agua y jabón, cuando la COVID-19 ha vuelto a poner de manifiesto la importancia trascendental de la higiene para prevenir y contener enfermedades.
El 70% de todas las aguas extraídas de ríos, lagos y acuíferos se utiliza para el riego en actividades agrícola, y la escasez de este recurso constituye un problema cada vez mayor debido al incremento de la demanda y a la competencia por su utilización.
El crecimiento demográfico y el desarrollo socioeconómico son los factores que más inciden en la demanda de este insustituible recurso natural. Como consecuencia de ello, de hecho, la disponibilidad per cápita de agua dulce ha disminuido en más del 20% en las últimas dos décadas, según la última publicación de FAO en la materia “El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2020”.
Al mismo tiempo, la agricultura de secano se enfrenta a la creciente variabilidad de las precipitaciones como consecuencia del cambio climático. Estamos ante un reto decisivo: a nivel mundial, 3.200 millones de personas viven en zonas agrícolas en las cuales la escasez de agua es elevada. La creciente competencia por el agua y los efectos del cambio climático están dando lugar a tensiones y conflictos, agravando con ello las desigualdades de acceso a los recursos hídricos especialmente para las poblaciones más vulnerables, las personas pobres del medio rural y, en particular, las mujeres.
Según cálculos de FAO, las técnicas de recogida y conservación de agua podrían aumentar la producción de la agricultura de secano
Por consiguiente, se hace necesario actuar con urgencia a fin de lograr un uso más sostenible y equitativo del agua en la agricultura y transformar el sistema alimentario para favorecer un uso inteligente del agua y la implementación de la tecnología necesaria para ello, así como reconocer el valor del agua para asignar correctamente su precio y estimular a los consumidores y a los agricultores a mejorar la “productividad” del agua.
Según los cálculos de FAO, las técnicas de recogida y conservación de agua podrían aumentar la producción de la agricultura de secano, que representa unos 128 millones de hectáreas (el 11% a nivel mundial), hasta en un 24% y, si se combinan con la expansión del regadío, en más de un 40%.
En cuanto a los 171 millones de hectáreas (el 62%) de tierras de cultivos de regadío del mundo que están sometidas a un estrés hídrico elevado o muy elevado, la prioridad debería ser incentivar prácticas que aumenten la productividad del agua, incluida la rehabilitación y modernización de las infraestructuras de riego existentes y la adopción de tecnologías innovadoras. Estas prácticas deberían combinarse con una mejor gobernanza del agua para garantizar su asignación y acceso equitativos y la satisfacción de las necesidades de caudal ambiental.
Solo en el África subsahariana, se prevé que la extensión de las superficies de regadío se duplique con creces para 2050, beneficiando a millones de pequeños agricultores. Finalmente, la inversión en usos no consuntivos del agua —como en el caso de la acuicultura— y en fuentes de agua no convencionales, como la reutilización y desalinización del agua, son estrategias que cobran cada vez más importancia para contrarrestar la escasez de recursos hídricos.
Con diez años por delante hasta 2030, cumplir el ODS nº6, “Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible” es un reto para toda la sociedad. Conseguirlo es aún posible, pero solo si se garantiza un uso más productivo y sostenible de los recursos de agua dulce y aguas pluviales en la agricultura. De esta forma, podremos ser capaces de compatibilizar la cobertura de unas necesidades alimentarias crecientes a escala global con la necesaria preservación del recurso.