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"Los compromisos están muy lejos del camino sostenible hacia una respuesta a la crisis hídrica"

María del Mar Rivero, responsable del área de agua y saneamiento de ONGAWA.

La Conferencia del Agua 2023 de la ONU, celebrada el pasado mes de marzo, fue el evento más importante sobre agua de toda una generación. Para ONGAWA, quizá las expectativas del mundo puestas en este acontecimiento histórico estaban demasiado altas: siguen siendo necesarios más hechos y menos promesas.

Organizada conjuntamente por Tayikistán y los Países Bajos, se esperaba que adoptara la Agenda de Acción del Agua como resultado principal. Si bien esta ya es un hecho —se compone de 689 compromisos para alcanzar la seguridad hídrica global—, María del Mar Rivero, responsable del área de agua y saneamiento de ONGAWA, que estuvo presente, asegura que la Conferencia dejó una sensación agridulce.

Pregunta: ¿Nos puede hablarnos de lo que ha significado para ONGAWA la Conferencia de la ONU sobre Agua 2023?

La Conferencia tenía un valor enorme ya antes de comenzar. Hacía 46 años que no se celebraba una cumbre internacional de esta relevancia centrada en el agua. Y cuesta creerlo, cuando estamos inmersos en una crisis hídrica global, con 2.000 millones de habitantes del planeta viviendo sin agua segura y con un crecimiento alarmante de las regiones del planeta que sufren escasez hídrica.

El agua no es un sector más, por su enorme influencia en aspectos clave para la vida y para el planeta (salud, economía, alimentación, medioambiente, cultura, etc.). Y, aun así, hemos tenido que esperar casi medio siglo para que los líderes y los gobiernos mundiales se hayan reunido para abordar esta crisis.

Sin duda, ha sido una oportunidad para aumentar la relevancia del agua en la agenda política global, y visibilizarla, junto al saneamiento, como un aspecto central del desarrollo humano y sostenible a nivel mundial, interconectado con el conjunto de la Agenda 2030.

A nivel nacional, la Conferencia nos ha facilitado trasladar de manera directa al Gobierno español las demandas que, desde la Coordinadora de ONG de Desarrollo, a través de la campaña #AguaParaTodas, hacemos de mejora e incremento de la cooperación internacional en materia de agua y saneamiento, y para que España asuma un papel mucho más activo y visible en el sector.

“Hemos tenido que esperar casi medio siglo para que los líderes y los gobiernos mundiales se hayan reunido para abordar la crisis hídrica”

Además, valoramos muy positivamente el salto adelante que la sociedad civil global ha dado en esta Conferencia. Las organizaciones que hemos estado en Nueva York, y muchas otras que han trabajado en la distancia, logramos articular el Manifiesto por la Justicia Hídrica. Se trata de una propuesta ampliamente compartida por movimientos sociales del norte y del sur en la que pedimos que los right holders estén en el centro de las políticas globales del sector.

Por otro lado, nuestra participación en distintos side events de la Conferencia ha permitido que se escuche la voz de personas en situación de discriminación, especialmente de mujeres que viven en el ámbito rural de los países empobrecidos en donde trabajamos, a quienes no suele prestarse ninguna atención en estos eventos.

Y a los jóvenes, ya que nuestra delegación incluía a una joven menor de veinticinco años, ganadora del concurso que promovimos desde ONGAWA para hacerse eco de lo que día a día estuvo pasando en la Conferencia y trasladarlo a la gente joven. Se trata de una crisis que nos afecta a todas las personas y todas debemos ser conscientes de ella y parte de su solución.

P.- ¿Cuál es su valoración general de los resultados de la conferencia?

En la cumbre de la ONU de Mar de Plata, allá por 1977, se hablaba ya de la amenaza que suponía para nuestro planeta no prestar atención a la protección y conservación de los recursos hídricos, a la gestión justa y sostenible de los diferentes usos del agua y del enorme coste humano, social e incluso económico de no garantizar el acceso al agua potable para todas las personas. Ahora que esa amenaza se ha hecho realidad, nos toca afrontar los efectos de haber mirado a otro lado durante medio siglo.

Por eso, nuestra valoración de los resultados de la Conferencia es agridulce. Sin duda es una gran noticia que la crisis hídrica ascienda a la primera división de la agenda política global, pero si bien el Secretario General, Antonio Guterres, en su discurso de apertura hizo «una llamada urgente a la acción», lo cierto es que, haciendo balance de los resultados, no encontramos ni tanta acción ni mucho menos la urgencia necesaria.

Si antes de que arrancara la Conferencia claramente estábamos lejos de cumplir el ODS 6 en el año 2030, ahora, una vez terminada, me temo que seguimos sin estar en el camino adecuado para lograrlo.

  • "En clave nacional, el gobierno de España ha tenido un rol más bien débil tanto en los espacios preparatorios como en la propia Conferencia"

P.-​​ En particular, ¿cómo valora los resultados en relación con las peticiones recogidas en el Manifiesto al gobierno de España y la Comunidad Internacional para reforzar la Cooperación Internacional en agua y saneamiento?

Claramente insuficientes. Los derechos humanos al agua y al saneamiento, reconocidos como legalmente vinculantes por la propia Naciones Unidas en 2010, deberían haber vertebrado toda la Conferencia. Sin embargo, más allá de la retórica puntual, apenas han estado presentes en las declaraciones oficiales y menos aún en los resultados obtenidos.

En clave nacional, el gobierno de España ha tenido un rol más bien débil tanto en los espacios preparatorios como en la propia Conferencia. No se puede decir que haya estado a la altura de lo que cabía esperar, dada su trayectoria de apoyo histórico en el reconocimiento y consolidación del agua como derecho humano, o de la enorme experiencia acumulada por la Cooperación Española en agua y saneamiento desde un enfoque de derechos.

Desde ONGAWA seguiremos trabajando con nuestras aliadas para reclamar la máxima ambición en la acción en ambos niveles, nacional e internacional.

P.-​ ¿Qué opina de la participación en la conferencia en cuanto a líderes mundiales, sector privado, otros sectores vinculados al agua, y poblaciones privadas de derechos al agua y al saneamiento?

La presencia de líderes mundiales ha estado por debajo de las expectativas iniciales, al igual que la calidad y el grado de concreción de muchas de las propuestas recogidas.

Además, esta Conferencia ha estado marcada, igual que otras cumbres parecidas, por la escasa participación de los movimientos y organizaciones que defienden los derechos humanos al agua y al saneamiento en todo el mundo. Por decirlo gráficamente, si uno entraba al azar en un side event de los cientos que incluía el programa oficial de la Conferencia, lo más habitual era encontrarse con paneles con predominio de hombres, blancos y representantes de gobiernos u organizaciones de países del norte.

Y eso no tiene sentido. No puede ser que para hablar de la crisis hídrica no se escuche a las personas que conocen de primera mano lo que está ocurriendo y raramente se recoge en los informes oficiales o en la prensa. Muy al contrario, muchos de los defensores de los derechos humanos que luchan cada día por defender el acceso al agua segura en sus comunidades frente a intereses de terceros, la mayoría mujeres, son ignorados e incluso acallados con violencia.

Precisamente por eso, desde ONGAWA hemos impulsado, como parte de la red internacional End Water Poverty, la iniciativa #HearingTheUnheards, para llevar a la Conferencia esas voces. Por eso, uno de los momentos con más fuerza de la Conferencia fue la lectura ante el plenario de la Asamblea de Naciones Unidas del Manifiesto por la Justicia Hídrica. El aplauso cerrado que llenó la sala al final de su lectura, nos dio impulso a las organizaciones para seguir trabajando, cada uno desde su espacio, para avanzar en los nueve puntos del Manifiesto.

“Los derechos humanos al agua y al saneamiento apenas han estado presentes en las declaraciones oficiales y menos aún en los resultados obtenidos”

P.-​​  La Agenda de Acción para el Agua incluye casi 700 compromisos voluntarios y más de 300.000 millones de dólares. ¿En qué medida cree que supone un hito que contribuirá a los Objetivos de Desarrollo Sostenible?

Más allá de su valor simbólico y comunicativo, que sin duda lo tiene, los compromisos de la Agenda de Acción para el Agua están muy lejos de situarnos en el camino que nos lleve a dar una respuesta justa y sostenible a la crisis hídrica. Creemos sinceramente que se trata de compromisos que no responden a la urgencia necesaria, y su carácter voluntario y no vinculante los debilita enormemente.

Para empezar, no hay mecanismos claros para asegurar que se cumplan, ni siquiera para verificar que no se trata de un maquillaje de compromisos anteriores y son realmente adicionales o nuevos. No está claro que su valor vaya mucho más allá del papel y las palabras. Y, a estas alturas, si algo tenemos claro, es que no lograremos cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible con papel y palabras. Nos hace falta acción, y paradójicamente, no hay mucho de eso en esta Agenda de Acción.

P.-​​  ¿Podría destacar algunos de esos compromisos que valore especialmente?

Sí hubo algunos compromisos a nivel nacional o regional importantes, como los que impulsaron varios países latinoamericanos, con propuestas alineadas con la garantía de los derechos humanos al agua y al saneamiento y con el resto de las demandas de la sociedad civil internacional.

Por ejemplo, la Unión Europea se comprometió a, de aquí a 2030, a mejorar el acceso de todos los residentes en la UE al agua potable segura, en particular para los grupos vulnerables y marginados, identificando a las personas con acceso limitado al agua, adoptando medidas para facilitar su acceso a la red de distribución o a medios alternativos; y aumentando la disponibilidad de agua corriente segura de forma gratuita o a bajo coste en los espacios públicos.

También destaca la propuesta de designar a un Enviado Especial para el Agua de Naciones Unidas, como un primer paso para reformar la débil institucionalidad internacional del agua actual y dar un mayor impulso político a la Agenda de Acción del Agua, junto con los encuentros periódicos inter-COP propuestos para seguir avanzando en esta misma línea.

  • "No lograremos cumplir los ODS con papel y palabras. Nos hace falta acción y, paradójicamente, no hay mucho de eso en la Agenda de Acción"

P.-​​ ¿Qué ha echado en falta en este evento?

Naciones Unidas proporciona el marco simbólico y político, pero, para ir más allá de los discursos y los brindis al sol, hace falta que gobiernos y líderes mundiales empujen con decisión y promuevan la firma de acuerdos concretos. Y eso se ha echado en falta, a nivel global, y específicamente desde España.

Entrando en el contenido, se ha hablado mucho del valor del agua, reconociendo que es fundamental para dinamizar la economía en cualquier contexto. Pero se ha echado en falta una priorización del valor del agua como derecho humano y como garante de la sostenibilidad de nuestros ecosistemas. No se trata ya de «no dejar a nadie atrás» en la agenda del desarrollo, sino de considerar el agua como un bien común y de poner a las personas más vulnerables y sus derechos humanos en primer lugar.

Y, sin duda, aunque se ha hecho un esfuerzo innovador para facilitar que la sociedad civil esté presente en los espacios reparatorios y en la propia Conferencia, los medios para articular este reto de participación han sido claramente insuficientes.

P.-​​ Para finalizar, ¿qué debería ocurrir en cuanto al seguimiento de los compromisos adquiridos en los próximos años, para que el proceso de la conferencia haya merecido la pena?

En primer lugar, hay que dotar de un mandato relevante al Enviado Especial para el Agua. El contenido de ese mandato debe tener en el centro los derechos humanos y la gestión sostenible y equitativa del agua, conectando con las demandas propuestas desde la sociedad civil y los movimientos sociales defensores del derecho al agua.

Pero ese Enviado Especial lo tendrá difícil si no se ponen en marcha en paralelo espacios institucionales en Naciones Unidas para abordar específica y eficazmente la crisis hídrica, y conectarla con otros asuntos globales como la pobreza, el clima o la biodiversidad. Esa gobernanza democrática y global del agua es el gran reto pendiente, y estamos aún lejos de contar con eso.