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La paradoja del ahorro

  • paradoja ahorro

Las tarifas de abastecimiento de agua son la punta del iceberg de la estructura económica del servicio. Su configuración dificulta su comprensión, pues solo de forma parcial responden a esa estructura.

En efecto, la ya remota implantación de las tarifas de abastecimiento a mediados del siglo XX, introdujo un concepto de difícil asimilación: el mínimo de consumo. Es decir, el abonado al servicio debía pagar una especie de bajada de bandera que le daba derecho a consumir una cierta cantidad de agua, pero que le obligaba al pago aunque no la consumiera.

El motivo de esa práctica respondía, en cierto modo, a la estructura de costes del servicio, en el que hay costes fijos independientes del grado de consumo. De forma complementaria, la facturación de esos consumos, en muchos casos ficticios, aseguraba un ingreso superior al que se podía deducir de las tarifas aprobadas en un sistema de precios fuertemente intervenido para controlar la inflación oficial.

Esa práctica no tuvo mayores problemas mientras el crecimiento urbano y la generalización de las prácticas higiénicas estimularon el consumo de agua. Pero cuando, ya en el siglo XXI, se empezó a promover el ahorro y uso eficiente del agua, mucha gente modesta se preguntó: ¿por qué me piden que no gaste agua si me la van a cobrar igual?

Elemental. La cuestión se resolvió, a nivel conceptual, modificando la estructura tarifaria mediante la sustitución del mínimo de consumo por una cuota de servicio. Así se resolvía una parte del problema, pues de forma análoga al término de potencia de las empresas energéticas, la cuota de servicio indica la relación con el coste de disponibilidad del servicio, pero no con el consumo efectivo medido en el contador.

Las tarifas de abastecimiento de agua son la punta del iceberg de la estructura económica del servicio

La tarifa binaria de abastecimiento de agua, con un término fijo y otro variable en función el consumo, surgió de esa transformación. No obstante, esa clarificación conceptual no fue suficiente, pues los gastos fijos del servicio en general no se cubren con los ingresos fijos. Los costes fijos suelen ser superiores a los ingresos fijos, de modo que una parte de costes fijos se cubre con ingresos variables; y si esos ingresos se reducen, aparecen desequilibrios o déficits en la cuenta de explotación del servicio.

La cuestión se agrava cuando el ahorro ya no es voluntario sino forzado. En las situaciones de sequía prolongada como la que observamos, los desequilibrios se agravan y son más difíciles de explicar, pues aparecen efectos extraeconómicos que, no obstante, repercuten en la cuenta de resultados:

  1. 1. El descenso del agua registrada, ya sea por las campañas de concienciación, ya por las reducciones de presión o los cortes de agua, supone una reducción adicional de los ingresos.
  2. 2. De forma complementaria a la reducción de ingresos, aparece un incremento de los costes debidos a la mayor atención a las maniobras en la red para administrar el agua disponible, la intensificación de la inspección técnica y de comportamiento de los abonados, la mayor atención a incidencias, preguntas o reclamaciones, e incluso la aplicación más estricta del régimen sancionador a los infractores
  3. 3. Esa reducción forzada sugiere preguntas sobre la responsabilidad del suministro. En efecto, la responsabilidad de garantizar la disponibilidad de agua es de la administración hidráulica, que es la que administra las concesiones y las dotaciones a los usuarios. Desde ese punto de vista se podría interpretar que no tienen sentido trasladar a los usuarios los costes y la responsabilidad de una previsión insuficiente o defectuosa. Es ese sentido, hay que recordar que, en España, lo que llamamos planificación ha sólido ser, hasta ahora, una reacción a posteriori, es decir, una respuesta a una crisis más que una acción preventiva de la crisis.
  4. 4. Por ese motivo tiene todo el sentido del mundo el estímulo a la modernización de redes que colaboren en la reducción de pérdidas y digitalización. Lo dicho para las redes urbanas tiene todo el sentido también para los sectores productivos más dependientes del agua como la agricultura u otros.

Es sabido que la necesidad estimula a mejorar la gestión de los recursos disponibles. Pero a la vez pone de manifiesto las paradojas que esconden las costumbres implantadas en época de abundancia.